Carisma y Espiritualidad
Nuestra Fundadora, Santa Mª Micaela en el año 1856, movida por el Espíritu Santo responde a una necesidad urgente de su tiempo: liberar a la mujer oprimida por la prostitución. (C. 1)
Hoy, queremos responder con fidelidad y compromiso al carisma recibido: Ser Eucaristía: “pan que se parte y reparte y vino que sabe a presencia”.
De esta vivencia eucarística germina y crece nuestra misión en la Iglesia, la misión adoratriz:
Somos llamadas a vivir el espíritu de adoración-liberación, como testigos y profetas de la Eucaristía. Ella configura nuestra identidad y nos impulsa a ser expresión de una espiritualidad eucarística, encarnada e inculturada en la historia que vamos construyendo.
“El mundo es para mí un Sagrario” (Santa María Micaela).
Aprender en la Mesa de la celebración Eucarística, la Mesa “para todos”, a conocer, gustar y contemplar el Amor de Dios con nosotros, siendo agradecidos; aprender a amar hasta el extremo como el Señor Jesús nos enseñó con su VIDA.
“Por Dios y por ellas he fundado” (Santa María Micaela).
Tener la posibilidad de desarrollar la propia identidad, la verdad profunda de quienes somos, adquirir la voluntad de realizarla y no estar condicionados para ello, respondiendo con una elección libre al proyecto de Dios en nosotros. Aprender a conocer nuestras limitaciones, integrarlas, encontrar el sentido y superarlas, con el Amor redentor de Jesús y de su gracia (filiación), y con el amor a los demás, dado y recibido (fraternidad).